jueves, 20 de octubre de 2011

Los de arriba

Hijo, la ropa sí, las botas, el capazo, el sombrero, pero junto a la lumbre no pongas la escopeta. La madre ansiosa y él que asilencia la cocina. Un gesto sólo de barba y en los ojos lo de las alimañas; eso que dicen los de abajo que tiene el monte. Ahora va y se ahorma sobre el arma y la limpia.  Ahora selecciona por números los cartuchos y los pone en hilera sobre el suelo. La madre sufriendo las sombras que reptan afilándose, temblorosas, hacia sus pies calzados de madera y que un día me matas, desgraciado. Él, silencio. Aquí, en la casa de arriba, nunca abundaron las palabras y ella que insiste que no lo aguanta, que deje eso. Y él por detrás de los ojos. El fuego crece, crecen las sombras. Los músculos se le tensan, pero ella que insiste y que insiste que no, que se aparte del fuego. Los ojos de él, la cocina, la casa, la noche. Después, ahí, cascando el silencio del monte van seguidas y muy juntas dos explosiones; una, otra. Y con eso pasa como siempre, que no lo oye nadie, ni siquiera los de ahí abajo, los que viven en  el pueblo.

4 comentarios:

  1. Un relato en el más puro estilo montañés... las palabras, el reflejo de un momento... las sombras reptando.
    Impresionante, Alberto...
    Abrazos

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  2. Nosotros lo hemos oído todo. Palabra por palabra. Muy bueno
    saludillos

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  3. Me gustan mucho estos relatos e que se cuenta todo mezclado (las acciones, los pensamientos, los diálogos, bueno, monólogo en este caso). Alguna vez lo he intentado, pero no me queda tan bien.
    No me gusta el insulto ("desgraciado"). Quizás en pocas lineas me has hecho ver una madre sufridora, de las que llevan la resignación y el silencio como vestido y esa expresión me ha destruido la imagen.
    Por lo demás genial

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  4. Yo destaco de este texto tres cosas que me parecen magníficas: la intención literaria (o sea, el deseo de sacarle el jugo al idioma, estirarlo, buscarle filos ocultos, reordenarlo, quebrarlo, inventarlo), la sonoridad del texto (que contrasta con la historia de silencios y crímenes que quedarán impunes) y la crudeza sobria del tema (el autor no se refocila en la sangre ni en las bocas mordiéndole la pierna a la muerte). Encontrando todo eso en un micro tengo más que suficiente.
    Un fuerte abrazo,
    PABLO GONZ

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