¡Ostras! ¡Esa otra seta que hay entre los pinos sí que es gorda, la más grande de todas! Nadie me va a creer. Corro a casa y vuelvo con el hacha, el carro y el borrico. Con toda el alma, atizo el primer golpe. Pero salgo rebotado y doy dos vueltas de campana. Desde el suelo veo al borrico morirse de risa. "¡Egoísta! ¿Es que piensas comértelas tú todas?" me grita el carro muy serio poniéndose en jarras.
El carro sabe mucho... ;)
ResponderEliminarBesos.
Ostrás, probaste la seta antes de tiempo... y no era de las que se deban comer.
ResponderEliminarBuen viaje!!!
Abrazos
Seguro que le sacas más provecho a las que tomaste justo antes de ver esa jajaja.
ResponderEliminarYo opino que la seta era tan mágica (ahora le llaman así) que uno flipaba con sólo darle un hachazo.
ResponderEliminarAbrazos fuertes, Alberto.
P
Alberto... me parece a mí que sin querer esnifó las esporas... y la Amanita faloides ya se sabe.
ResponderEliminarUn texto gamberro y divertido.
Abrazo