A un campo sembrado de cadáveres al atardecer vamos a llamarlo cadaveral. Y al buitre más grande de todos - Víctor.
En nuestro cadaveral, como en cualquiera, zumbarán por todas partes esas moscas gordas que polinizan las flores de la muerte. También habrá por aquí y por allá algunas de esas herramientas de cortar pescuezos que quedaron inservibles después de la batalla. Y algunas personas rebuscando entre los muertos. Sí, esos son los que espantan a los buitres.
A Víctor es al que más le cuesta levantarse. Una carrera y un vuelo rasante le sirven para posarse en el horizonte, hacer una sombra chinesca sobre el cielo rojo y, como es insaciable, tomar de pronto el sol entre sus garras para llevárselo.
Y así, como si nunca hubiéramos imaginado esta escena, lo vemos marcharse de nuevo trayendo la oscuridad a ese campo nuestro que, por fin, desaparece.
Me encanta como usas las palabras, como las escoges, en este caso cadaveral es perfecta, y las moscas, los pescuezos... Pero lo que más me gusta además del sonido de este relato es la imagen de Víctor atrapando el sol entre sus garras y dejando todo a oscuras. Así se ha quedado para los que quedan allí.
ResponderEliminarEstupendo, Alberto!
Todo muy etéreo (que no ligero). La acción salta de acá para allá arrastrando a las descripciones. Por fin arrastrándose a sí misma. Me gusta la palabra "cadaveral". La usaré, con tu permiso.
ResponderEliminarAbrazos fuertes,
P
Qué bueno Alberto,
ResponderEliminaryo también me quedo con el sol entre las garras... y ¿a nadie le ha llamado la atención que aludas al lector o que le pongas un nombre común, de "buitre humano" al carroñero?
Olé.
Hacía mucho que no me pasaba por aquí... necesito días de 48 horas, a ver si los reyes me los traen para el año próximo ;) Abrazos
Me parece una imagen sobrecogedora y onírica la que creas.
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