lunes, 26 de septiembre de 2011

Una técnica del diablo



Juan tiene una pesadilla esta noche. Resulta que ha llegado al infierno y descubre, por azar, una de las técnicas que utiliza el demonio para hacerse con el alma de los hombres. Es fácil; en cuanto le apetece, Belcebú se levanta, estira un brazo por encima de su cabeza y lo hace crecer hasta que alcanza la cúpula que cubre el gran  salón del trono. No les cuesta trabajo allí a sus garfas abrirse paso a través de la roca y culebrear después por el cascajo que la recubre. Son sólo entonces unos segundos los que tardan en aparecer sus dedos entre la tamuja que cubre el pinar de Sopeña. Tienen una curiosa forma; la forma de unas pequeñas setas como las que Juan, antes de ir a dormir, ha cenado esta noche.

lunes, 19 de septiembre de 2011

Talión

Al inspector el cuerpo decapitado sobre la camilla le parece una cara sonriente cuando añade a los pechos-ojos y al ombligo-nariz la gran sonrisa del tajazo abierto en mitad del vientre. «Embarazada» le dice el eco de la sala mientras se vacían los guantes de látex del forense. Él no responde. Desde el descubrimiento, los compañeros estarán buscando la pieza que falta. Calla y recuerda. Era la noche de una redada rutinaria; el lugar menos esperado para encontrarse con el primogénito del Sapo Gasperi. Sí, desenfundó primero. Pero eso, claro está, no iba a importarle al que le había dado la sangre. Y, entonces, sería la venganza y los hilos que se funden y el inspector que recuerda. Recuerda también los ojos-ojos de su esposa, su nariz-nariz y los impulsos que llegaban de su vientre. El inspector que se sienta y los ecos de la sala que, ahora, ya no le llegan.

lunes, 12 de septiembre de 2011

La caza


Todo empezó con una espantada de pájaros. Los primeros disparos, sanguinarios, estallaron al bulto rompiendo en una nube oscura de plumas y hojas plateadas. Después de tanto tiempo al acecho, agazapados y en silencio bajo el árbol, aquello era como un exorcismo de pólvora; malamente nos avistábamos a través de las rendijas de los ojos y los gritos se perdían en el humo. "¡Till!" llamé en la oscuridad cuando advertí el daño. Pero Till estaba sordo por la sangre. Las palomas que habitaban el Roblón de Braunschweig se nos habían agarrado a las tripas desde nuestra infancia como una suerte de leyenda. Bajé el arma y miré a los demás. Los dientes mordían junto al hierro fundido de los cañones, los ojos se cerraban, los cuerpos cimbreaban. "¡Till! ¡Garin! ¡Hahn!..." los llamé a todos tratando de calmarlos. Fue inútil. Facetó su imagen el roble a través de la nube que dejaban los depredadores y poco a poco se escurrió sobre la tierra, derramándose. No sólo a decenas de palomas, habíamos matado también al árbol, pero los otros, ebrios, seguían disparando.

jueves, 8 de septiembre de 2011

Matrimonio

Ayer volvió a preguntarme por nuestro MATRIMONIO Isabelita Raymon. Fue en el parque, a la hora en que estallan los árboles con los gritos de los tordos. Algunos patos todavía insistían en requebrar a los últimos paseantes. Otoño. "¿Qué me dices?". Y ante la prolongación del silencio yo veía enrojecer con fuerza  el reflejo del cielo en el brillo intenso de sus ojos.

Instante total. Más tarde, sin embargo, la noche que se desliza lenta como la última bayeta que el camarero hace girar bajo los vasos que Domingo y yo mantenemos en vuelo. Domingo. De Cuba para mercenario. Primeramente Colombia, los paramilitares. Allí los rojos, porque allí eran tan rojos como aquellos y como los de aquí, los de antes, tú ya sabes. La selva. Emboscadas e historias de balas y lianas. Domingo es negro, gigante, parido de noche y vivido de noche.  Cuando el amanecer se arrastra por las rendijas de las puertas, Domingo, claro, anuncia su partida. No podía ser de otra manera. Temo que se vaya Domingo, que llegue el día. Cuando se va Domingo me doy cuenta que su boca estaba llena de una gran diente de oro y que yo, durante toda la noche y sin prestarle atención, estuve mirando mi reflejo a través de su brillo abrasador.

lunes, 5 de septiembre de 2011

Un poema de Ezra Pound



Causa
Reúno estas palabras para cuatro personas,
alguien más puede cazarlas al vuelo,
oh mundo, lo siento por ti,
no conoces a esas cuatro personas.
Versión de Javier Calvo