lunes, 28 de noviembre de 2011

Último instante de un suicida


El vuelo lo remonta el suicida en el último instante haciéndole un pase de pecho al asfalto que lo aguarda en el fondo. Asciende por el callejón flanqueado por hileras de balcones, abre los brazos acariciando la ropa de los tendederos y quiere sonreír en su vuelo a la bandada de golondrinas que lo acompañan. Hoy brillan los tejados con fulgor eléctrico. Se enredan jirones de luz en la boca del que por fin encuentra a sus pies la música de una ciudad que se despierta. Allí los ríos, allí las montañas. Allí contra la gravedad un salto del ángel que lo eleva mucho, mucho más alto y allí las estrellas que ven fluyendo lentamente a un arrepentido que ahora tiene el espanto y el pelo de un loco. Hay ecos tristes de cristales dando saltos metálicos de un lado al otro de la Vía Láctea. Hay un lactante. Hay un feto que se encorva y se arruga hacia dentro como las nueces olvidadas en el fondo de los huertos en invierno. Un instante pasa que es sólo un instante. Y el golpe seco por fin contra el asfalto.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Un día menos (I)

 A un campo sembrado de cadáveres al atardecer vamos a llamarlo cadaveral. Y al buitre más grande de todos - Víctor.

En nuestro cadaveral, como en cualquiera, zumbarán por todas partes esas moscas gordas que polinizan las flores de la muerte. También habrá por aquí y por allá algunas de esas herramientas de cortar pescuezos que quedaron inservibles después de la batalla. Y algunas personas rebuscando entre los muertos. Sí, esos son los que espantan a los buitres.

A Víctor es al que más le cuesta levantarse. Una carrera y un vuelo rasante le sirven para posarse en el horizonte, hacer una sombra chinesca sobre el cielo rojo y, como es insaciable, tomar de pronto el sol entre sus garras para llevárselo.

Y así, como si nunca hubiéramos imaginado esta escena, lo vemos marcharse de nuevo trayendo la oscuridad a ese campo nuestro que, por fin, desaparece. 

lunes, 21 de noviembre de 2011

Justa olímpica

                              

Todo en silencio.


A un lado del palenque, caballo negro, armadura negra y negros los ojos que se adivinan bajo el yelmo- el caballero rojo.

Al otro lado- Ataúlfo.

Redoble de tambor. Y, de pronto, la princesa, la mano, la seda que se desprende y gritos. Gritos en las gradas, gritos en los campos de enfrente y en las tiendas. Grita el noble del jubón cyan, el escudero  barbudo y el bufón. Grita el caballero rojo cabalgando como un tiro una nube de polvo.

Mientras, Ataúlfo quieto. Y quieto su burro también.

Entonces la lanza precisa. El caballero que dame un punto de apoyo y doy dos vueltas mortales por encima de Ataúlfo. Aterrizaje perfecto, pies juntos, brazos arriba y mentón que enamora a los tres jueces atónitos: diez, diez y diez.

Y en el palenque y en las gradas y los campos- gritos, gritos y gritos

jueves, 17 de noviembre de 2011

¡Huid, malditos, huid de las modas!



Ser el último poeta de la aldea.


El poeta sirve al tiempo – ¡efectivamente, lo sirve!– de manera involuntaria, es decir, fatal: no puede no servirlo. [...]


El genio puede decir sobre el tiempo con todo derecho aquello que Luis XVI dijo del Estado: "Les Temps c´est moi [...]


                                       Porque fuera del tiempo
                                       he nacido. Vanas son tus exigencias
                                       todas. ¡Soberano por un momento! –
                                      ¡Tiempo! Para mí no existes.



Ser contemporáneo es crear el propio tiempo y no reflejarlo. Reflejarlo, sí, pero no como un espejo sino como un escudo.  [...]


Marina Tsvietáieva

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Setas mágicas

¡Ostras! ¡Esa otra seta que hay entre los pinos sí que es gorda, la más grande de todas! Nadie me va a creer. Corro a casa y vuelvo con el hacha, el carro y el borrico. Con toda el alma, atizo el primer golpe. Pero salgo rebotado y doy dos vueltas de campana. Desde el suelo veo al borrico morirse de risa. "¡Egoísta! ¿Es que piensas comértelas tú todas?" me grita el carro muy serio poniéndose en jarras.