lunes, 19 de marzo de 2012

En el nombre del padre

Él disfruta haciendo extraños experimentos y no soporta que le lleven la contraria. Por esa razón todos apartamos los vasos de la mesa para seguirle el juego. Coloca en el centro una botella abierta y llena de vino. Después, con gesto de trueno acciona la yesca del mechero y enciende la mecha. La acerca lentamente a la boca de la botella. Con cuidado. Y, justo en ese momento, cuando todos mantenemos la atención en el lento trayecto de sus manos, entra de golpe su mujer en la taberna. Lleva en sus manos la escopeta con la que él sale de caza todos los domingos y el cuerpo preñado dentro de un vestido de flores. De los ojos de él se dispara una cuerda que, al atravesar la llama del mechero, sale ardiendo hasta los ojos de ella. Todos salimos proyectados hacia atrás. La pareja sostiene un equilibrio eterno que dura un segundo hasta que la mujer acciona el gatillo justo al lado de su vientre, para que él, el que está dentro, lo escuche bien cerca. Saltan por todos lados pedazos de vidrio, una flor asesina de líquido rojo. Lo de después será el otro agonizando en el suelo. Ella que volverá sobre sus pasos para salir de la taberna. Montarse en un coche negro donde la espera el padre de él. E irse.