miércoles, 19 de junio de 2013

Una sombra en el centeno

Lo lee concentrado a la sombra de una encina, entre los campos de centeno. Es un libro magnífico donde está todo lo que se necesita saber: construir un barco, reunir una tripulación, manejar un arpón. El pequeño Ahab lo lee con deleite, pero también con urgencia. Ahí delante, sobre la superficie ondulante de las espigas, ha vuelto a ver aparecer, hace un instante, el lomo acechante de una enorme ballena blanca.

miércoles, 12 de junio de 2013

Fotos viejas


Al finalizar la serie de óleos, don Agapito se impulsa con su bastón hacia la de fotografías. Las dos últimas generaciones de su familia ya aparecen retratadas en papel leptográfico. Se detiene. Lo más curioso de la fotografía, piensa posando su vieja mirada en el fuego, no es lo que ha supuesto para la historia a nivel documental. Tampoco, y mira para la los libros que se extienden por las estanterías, su importancia en el desarrollo del arte contemporáneo. Lo más inquietante, se dice ante las arrogantes patillas de su abuelo, es ver, con esa nitidez espantosa, a tus antepasados ya muertos mucho más jóvenes que tú.

viernes, 7 de junio de 2013

La trenza

A gatas, bajo el templete de los músicos, cientos de pies bailando por el prado y el ronroneo de un generador a su lado. Pi. El abuelo y sus manos de raíz de parra. Pi. Las diecisiete palabras en español que usa Isa en aquel tren a Berlín. Pi. Un viaje tocando la okarina y los chopos como un cuadro de Degas en la ventana. Pi. Sentado en el váter. Las vueltas de la lavadora. El teléfono impaciente al otro lado de la puerta. Pi. Pedro y él, color ceniza, en el negativo de una foto. Pi. Los eclipses. Pi. Ella. Pi.

Y Juan, tumbado en la cama del hospital, sólo acierta a percibir apenas dos líneas bien diferentes que se entrelazan. Una, la de sus pensamientos, sin tiempo y sin fin, densa, plástica, líquida. Y otra, la recta sobre la que  ésta se apoya, la que cruza, ajena como un disparo, la pantalla de la máquina que está a su lado, con un pequeño saltito y un pitido regular cada tres segundos exactos.

Qué cosas. Ahí tienen a Juan perfectamente acomodado entre la intersección de dos elementos tan diferentes, mientras que, al rato, le será imposible percibir la geométrica perfección de esas dos líneas cuando formen un gélido haz de rectas paralelas.