domingo, 6 de mayo de 2012

El pequeño demiurgo

Bajo por la calle a toda velocidad y, cuando paso por la puerta de  mi casa, pico el remo. Hago un giro de noventa grados con la piragua y remo con fuerza buscando encarar la entrada de la cochera. Sorteo una lavadora que pasa flotando, entro al jardín, cruzo entre el roble canadiense y el pino piñonero y con una mano me agarro al dintel de la ventana. Lo de dentro ya lo hago nadando a rana. Al final confirmo mis sospechas cuando consigo pasar a la cocina: ahí está el pequeño en pañales, subido en una silla, con el barquito que le regaló mi suegra en una mano y el grifo, a saber desde cuando, abierto como un bazoka. <<¡Cierra ese grifo, castrón!>> Apenas me oye bajo el trueno de la cascada y se gira. Da la vuelta al barco y la casa se vuelve de golpe. Me veo bajo el agua, el pelo de espanto, todos los muebles girando a mi alrededor y un volaverunt remolino que gira cada vez más pequeño, más rápido, más pequeño en dirección a la chimenea de la sala. Salgo como una peonza al espacio exterior mientras me sigue una culebra de agua girando, girando, girando y adiós. Adiós muy buenas.

5 comentarios:

  1. Me gusta la idea y, sobre todo, esa maravillosa prosa tuya, llena de pequeños detalles.

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  2. Qué bueno! Un pequeño muy peligroso. Da gusto leerte por lo que dice Elisa, la prosa, los detalles, cada palabra se paladea.
    Besazos

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  3. Surrealista y curiosa historia, y curioso eso de "castrón" (es algún tipo de insulto?). Por cierto, le pediste la piragua a José Luis para este viaje? ;) Un abrazo

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  4. Jaja, me encanta. Maravilloso, Alberto. Como siempre.

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  5. Quien no ha oído Castron alguna vez en casa...?

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