En el rincón de la celda, el cuerpo del soldado sujetándose la cabeza, llorando y arrastrándose contra la pared que parece que la quiere escalar como un insecto sin patas. A sus pies, el informe sobre el reo que acaba de llegar del tribunal. Tiene el uniforme deshecho, los pelos como un cepillo rescatado de un incendio.
El otro soldado, el uniforme más compuesto, mira desde el fondo de los ojos y se agarra a los barrotes. Mira los trozos de ropa desgajados por los golpes, el rastro de sangre que sale hacia la puerta. Mira hacia el pasillo. Mira hacia donde se llevaron a aquel que, resulta, era tan culpable como ellos.
Las cosas, que nunca son del todo lo que parecen y la vida, que siempre llega mucho más lejos de lo que pensamos; a veces hasta la muerte incluso.
ResponderEliminarMe gustó,
Un abrazo
Me encanta la frase "los pelos como un cepillo rescatado de un incendio". Grande!
ResponderEliminarNo hay castigo peor que el de los propios, Alberto y tu lo reflejas con maestría.
ResponderEliminarUn abrazo.
Por alguna extraña razón te había perdido, ahora ya te vuelvo a encontrar.
ResponderEliminarUn saludo indio
Mitakuye oyasin
Alberto, que te han secuestrado la anterior página los árabes... ya te he localizado de nuevo.
ResponderEliminarUn saludo desde Asia,
Edu